En estos días se ha hablado mucho sobre el proceso en contra de Álvaro Uribe Vélez, y la agenda digital y la de los medios de comunicación ha estado al tope con las pruebas de las que todo el mundo habla. Yo no caeré en esa trampa por una razón: EL PROCESO CONTRA EL URIBE NO ES UN PROCESO PENAL, ES UN PROCESO POLÍTICO, ES UNA CHARADA ACTUADA por sus enemigos políticos históricos y un sistema judicial corrupto, penetrado por tipos como César Reyes, el magistrado que metió preso al Gran Colombiano, el compañero de trabajo de la mujer de uno de los cerebros políticos de las FARC: Iván Cepeda, y una fiscal, mano siniestra de Iván Velasquez y Gustavo Petro, una activista a quien, fácil, le quedó continuar con el inútil papel que cumplió Francisco Barbosa. KAFKIANO y POLÍTICO es lo que enfrenta Uribe, mientras Colombia observa el sainete, analizando el proceso sin visualizar la realidad: ES UN JUICIO POLÍTICO montado para destruir a un símbolo.
En 2002, Colombia era, algo parecido a lo que hoy sucede, un país inviable: las FARC controlaban dos terceras partes del país y ya llegaban a las goteras de Bogotá.
Los PARAMILITARES, por otro lado, habían conquistado a sangre y fuego gran parte de las pocas zonas que no controlaba la guerrilla.
Los colombianos estábamos presos en nuestras casas; circular por las carreteras era una sentencia de secuestro o de muerte. Nuestras bases militares eran blanco de los bandidos, que se atrevían a secuestrar policías, soldados, generales, diputados, congresistas, aviones, y ni se diga a los particulares: ¡había secuestros masivos en las carreteras!
La economía formal y la productividad no existían, no podían hacerlo porque la extorsión y la violencia no lo permitían. Solo la economía ilegal campeaba a sus anchas, y era la única que florecía próspera: el narcotráfico, como siempre, el combustible de la guerra.
Chávez en Venezuela y Correa en Ecuador protegían a los bandidos que se movían a sus anchas entre las fronteras. ¿Les suena parecido a lo que ocurre hoy con el régimen dictatorial de Maduro?
Ese era el país que un líder regional decidió recorrer para convencernos a todos, para decirnos que SI LUCHÁBAMOS —¡él a la cabeza!—, PODRÍAMOS liberarnos del yugo de los violentos.
Ese líder nos enseñó que SÍ podíamos enfrentar al monstruo de la inseguridad, que si nos uníamos como nación, encontraríamos que seríamos más los buenos que los bandidos, y que si había seguridad, habría confianza para que los particulares pudiéramos generar riqueza para todos. Si eso ocurría, podríamos soñar con la cohesión social.
Ese arriero paisa recorrió el país, convenciéndonos de que debía haber mano firme contra los bandidos y corazón blando con los ciudadanos. Ese hombre de lenguaje sencillo nos enseñó con el ejemplo, y aprendimos que no hay nada más valioso que trabajar, trabajar y trabajar por las ideas, por el país, por el bien común. Así, con ese espíritu que acompaña a los verdaderos líderes, nos convenció a toda una nación de que NO teníamos que seguir pensando que éramos inviables y, pese a las dificultades, al duro panorama, nos convenció de que JUNTOS éramos más poderosos y que los bandidos que nos sojuzgaban no nos vencerían.
Ahí nació Uribe, el líder, la leyenda, el que salvaría la Patria, el que pasó del 2 por ciento en las encuestas a ganar la Presidencia en primera vuelta, aglutinando en torno a sus ideas a una nación, a un país entero.
Uribe recibió atentados en su campaña, bombazos reales que vimos todos en los noticieros de televisión. El día de su posesión, las FARC atacaron con cohetes el Palacio de Nariño, y para el bien de Colombia y desgracia de los bandidos, Uribe no pudo ser asesinado. ¡Hasta en eso Uribe es leyenda!
En poco tiempo, trabajando día y noche, comandando directamente nuestras Fuerzas Armadas y gobernando con austeridad de monje, Uribe logró lo impensable: SALVAR A COLOMBIA de la debacle. El país, calificado de inviable en ese entonces, presenció lo inimaginable: ser viable. Puso a las FARC a huir, dio los golpes militares más grandes de la historia en su contra, desmanteló y extraditó a los paramilitares. URIBE NOS VOLVIÓ VIABLES.
Uribe logró, en cifras, lo que nadie había logrado en seguridad, en la lucha contra el narcotráfico y la corrupción y en inversión social.
Sin embargo, Uribe cometió el error de la confianza, y al entregar la Presidencia, la dejó en manos de quien, luego veríamos, es el peor de los traidores: el Tartufo miserable, Juan Manuel Santos. Con Santos presidente, se vino la traición más rastrera de la historia. Santos, aliado con Chávez y las FARC, no solo le entregó al país al enemigo histórico de Uribe: las propias FARC, sino que hizo lo habido y por haber por acabar con Uribe. No solo con el hombre, sino con el símbolo. Santos borró a Uribe y al uribismo de la opinión pública, de los medios de comunicación, de la representación política, se robó el partido que había creado Uribe y decidió hacer lo que todo traidor sabe que es una movida obligatoria: BORRAR a Uribe de la historia.
Y casi lo logra. Lo que no contaba era con que el mundo empezaba a cambiar y Uribe, sin partido, sin poder, sin medios de comunicación, se encontró con Twitter.
Armado con un iPad y una cuenta de Twitter, permaneció vigente. Se convirtió en opositor al malhadado traidor y encabezó la oposición que logró, no solo llevar a un número impresionante de senadores al congreso, siendo la fuerza política más importante, sino que logró, en las urnas, derrotar al plebiscito que Santos les hizo a las FARC. Uribe ganó el NO, y Santos se lo robó.
Uribe ya era un CID CAMPEADOR, Uribe ya era un símbolo, Uribe ya era hasta inmortal porque los atentados no acababan con su vida. Uribe era ya inderrotable en las urnas, y así lo entendieron sus enemigos: la izquierda radical, la guerrilla marxista, sus opositores políticos, sus enemigos históricos, esos a los que enfrentó y llevó casi a la extinción. Lo entendieron y aplicaron, junto al tartufo, Santos, la estrategia para acabar con las leyendas: la destrucción de su imagen, de su moral, borrarlas de la historia, desacreditarlas, reescribir los hechos para aniquilarlo. Porque, mientras eso no ocurra, URIBE los seguirá derrotando.
Porque URIBE no es un hombre, URIBE es un símbolo, y a los símbolos hay que tumbarlos, destruirlos, borrarlos, desprestigiarlos. Esa es la única manera de tratar de acabarlos.
Ese es el juicio en contra de URIBE: un sainete jurídico que sustenta un JUICIO POLÍTICO. Seremos nosotros, los colombianos, los patriotas, los verdaderos jurados, porque para nosotros está claro: el juicio contra URIBE es POLÍTICO Y NO JURÍDICO.
Abelardo De La Espriella