Que no nos íbamos a parecer a Venezuela, decían algunos. Pues la delirante megalomanía y las adicciones del jefe de la mafia, el dictador en ciernes Gustavo Petro, nos han llevado, después de sus absurdos trinos en la madrugada de hoy, a estar en la peor de las posiciones frente a nuestro más importante aliado comercial y diplomático: el Gobierno de los Estados Unidos.
Petro, ilegal e inconstitucionalmente, negó el ingreso de colombianos que venían deportados a nuestra propia patria. Esos vuelos llegan, lastimosamente, todas las semanas desde hace años, en cumplimiento de las leyes de migración.
Ya con los vuelos en camino, decidió unilateralmente, pasadas las tres de la mañana, prohibir el ingreso de los aviones con los compatriotas a bordo, pese a que, hacía minutos, había trinado en su delirio de alcohol y drogas que los recibiría con flores.
De inmediato, el presidente Trump tomó medidas legales en contra del payaso y remedo de dictador: cierre de la sección de visas de la embajada de los Estados Unidos; suspensión de visas para el gobierno y los aliados de Petro; incremento de los aranceles para las importaciones de Colombia; control financiero y bancario para las transacciones colombianas, así como sanciones y medidas de control para el ingreso de colombianos a los Estados Unidos. Miles de compatriotas serán perjudicados por la incapacidad mental e irresponsabilidad del tirano en ciernes. Petro es igual a Maduro, y las consecuencias las pagamos todos.
Petro logró lo que ni siquiera su socio y cómplice, el elefante mafioso Ernesto Samper, había conseguido: llevar al gobierno de los Estados Unidos a tener que echar mano de sus leyes para detener los planes y políticas de Petro. Dichos planes favorecen a los terroristas y narcos del ELN, a las Farc y a su régimen cómplice, el de Maduro. El aprendiz de dictador, el “socialista impopular” –como lo calificó el presidente Trump– y jefe de la mafia Gustavo Petro retó a los Estados Unidos en el peor momento para hacerlo: en la nueva era de Donald Trump.
Estados Unidos, en la era Trump, no va a permitir que un dictador comunista en ciernes, que es una amenaza para su seguridad nacional y la de su pueblo, haga lo que le venga en gana, y menos en contra de la seguridad del continente.
Ahora bien, el trino en cuestión es el florero de Llorente en una seguidilla de hechos que son mucho más profundos. Tan solo en la última semana, Petro y su ministro de Defensa, Iván Velásquez –otro aliado del terrorismo–, se sentaron con los narcos del cartel de los soles, que controlan el territorio venezolano, y se fotografiaron con los criminales por quienes la justicia de los Estados Unidos ofrece recompensas para ser llevados a juicio por narcotráfico. Lo hicieron mientras acordaban con ellos operaciones militares conjuntas que involucran territorio colombiano y venezolano para controlar las zonas cocaleras del Catatumbo y la frontera con Venezuela, en manos de los elenos.
Tampoco es coincidencia que ocurra justo en la misma semana en la que Petro se va a Haití, un Estado fallido en el que, como lo hace con Venezuela, legitima a un gobierno de facto. Por dicho territorio pasa todo el producto narco del cartel de los soles, producido en Colombia por los elenos, faruchos y demás bandidos aliados de Petro.
Claro que no es coincidencia, y claro que Trump no va a dejar que siga ocurriendo lo que está haciendo Petro: descuadernando a Colombia, tal como lo hizo la dictadura con Venezuela, para atornillarse al poder y atacar desde nuestra geografía, la venezolana y la del Caribe, a los Estados Unidos.
Ese juego perverso, absurdo y demente de Petro golpea de tajo la economía colombiana. Las exportaciones hacia nuestro principal cliente mundial quedan de inmediato con aranceles que las hacen inviables. Cientos de miles de colombianos trabajan para producir bienes de exportación a Estados Unidos. Miles de compatriotas se quedarán sin visas para entrar al país norteamericano. ¡Cuántas familias se separarán! Todo por el capricho delirante de un borracho drogadicto que juega a una revolución que nunca fue y que nunca será.
¿Qué haremos los colombianos? ¿Seguiremos aguantando al mamarracho que nos lleva al despeñadero?
Es hora –lo dije hace unos meses– de que los empresarios, los ciudadanos y los patriotas todos salgamos a un PARO GENERAL. Si no manifestamos nuestro inconformismo y seguimos siendo blandos con Petro, nos quedaremos siendo aliados de Venezuela y Haití, gobernados por los narcos. Seremos parias ante el mundo y no tendremos cómo demostrar que Colombia no es Petro, que Colombia no apoya a Petro.
Y en medio de la mayor crisis diplomática, generada por el bandido mayor Petro, quedaremos en manos de la canciller Laura Sarabia para lidiar con ella. Petro está generando el caos y nos está corriendo la cerca para atornillarse al poder. Es hora de un PARO GENERAL. ¿Cuántos están conmigo?
Abelardo De La Espriella